Miedo

Me he enterado, en mi propia montaña de excelencia,
de que mi sombra atrapó a una mujer en secreto,
en castigo por faltar al debido respeto
al haber escuchado las divinas cadencias
y no haber devuelto el amor a plena conciencia,
según dictaba, en rigor, el sagrado decreto
que venía de glorias y de goces repleto,
mas no fue acatado por su miedo y reticencia.
Ahora sufre en el infierno de los más cobardes,
condenada a habitar el estúpido recuerdo
de quienes no se atreven hasta que ya es muy tarde,
porque apuestan a que el miedo es más sabio y más cuerdo,
la hoguera del deseo es su castigo y les arde
haberse acobardado como torpes y lerdos.