El conflicto en la Araucanía y la distopia de Boric

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Transcripción del video:

“Guerra es paz, libertad es esclavitud, ignorancia es fuerza.” Estas tres oraciones eran el lema del “INGSOC” o socialismo inglés, el partido único que regía los destinos del ficticio “Oceanía”, en donde se desarrolla la novela 1984. Sería perfectamente adecuado agregarlas al programa de Gabriel Boric.

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Sebastián Depolo, secretario general de Revolución Democrática, declaró en una reciente entrevista al Mercurio que “vamos a meterle inestabilidad al país porque vamos a hacer transformaciones importantes”. Esta sola frase es tal vez la declaración más depravada que he leído, algo que ya es cuestionable cuando se hace con un país enemigo y que revela una mezcla de estupidez y maldad inimaginables.

Por supuesto que fue corregido y alegó que había sido sacado de contexto. Es difícil encontrar un contexto adecuado para una declaración tan irresponsable, sin embargo, creo que tengo las herramientas para hacerlo.

Gabriel Boric, el candidato presidencial, no es el cerebro que está detrás de Depolo, ni Depolo es el cerebro que está detrás de Boric. De hecho, es dudoso que alguno de los dos tenga uno.

Tampoco es posible que ningún chileno decente pueda siquiera pensar en una frase como esa y es por eso por lo que esa frase no ha sido pensada ni por Boric, ni por la persona que la dijo, sino que fue pensada por potencias extranjeras que no son otros países.

A ningún habitante de un territorio, “inclusos los extranjeros”, como decía don Andrés Bello, puede convenirle vivir en un entorno inestable. Esto es cierto, sobre todo, para las personas más pobres y necesitadas, a las que este candidato dice representar. Las personas adineradas pueden sacar sus haberes del país, como ya lo han hecho –han salido cincuenta mil millones de dólares– y pueden encontrar oportunidades en las crisis, pero la mayoría de nosotros no.

El principio de la navaja de Hanlon nos recuerda que no debemos atribuir a la malicia aquello que fácilmente podemos atribuir a la estupidez. Si bien esta última es infinita, hay otros poderes que no son precisamente estúpidos, sino que tienen una agenda clara, conocida como la agenda 2030.

Un país inestable comienza a depender de ayudas externas, pero estas no son gratuitas. Aparte de los intereses que genera la deuda, los préstamos y otras ayudas traen consigo una serie de condiciones que terminan por debilitar la soberanía.

Se define la soberanía como la capacidad que tienen las naciones para darse el gobierno que mejor les parezca, redactar sus propias leyes y administrar su justicia. Que un país sea soberano quiere decir que no reconoce ningún otro poder más que aquel que se ha dado legítimamente.

En una nación como la chilena, los gobiernos y las legislaturas son el resultado de elecciones periódicas, mientras que el poder judicial se nutre de jueces que son el resultado de una carrera funcionaria de alta especialización, o al menos así era hasta no hace mucho. Esto significa que todos los ciudadanos tenemos una cuota de poder y que, de alguna forma, por humilde que sea, participamos en la investidura de nuestros representantes.

En una república soberana, existe una constitución que asegura al ciudadano particular ciertos derechos como la propiedad, la libertad de movimiento, de comercio, de expresión y le garantiza que no puede ser detenido ni encarcelado sin un debido proceso y la igualdad ante la ley. Esto es así porque, en última instancia, somos los ciudadanos quienes detentamos el poder último y quienes entregamos el mandato representativo a nuestras autoridades.

Cuando a un ciudadano se le quita o limita alguno de estos derechos más allá del perjuicio real que pueda provocar en otro ciudadano con los mismos derechos, ese ciudadano deja de ser un verdadero ciudadano y se transforma en un súbdito a la usanza del antiguo régimen, es decir, en una persona que no tiene verdaderos derechos, sino en alguien que puede ejercer alguna actividad por la gracia del soberano, que solía ser un rey o un príncipe, y que está siempre sometido a la posibilidad de medidas arbitrarias, es decir, al capricho del gobernante.

En países no democráticos, como Cuba, Venezuela o Corea del Norte o incluso el Celeste Imperio, el rey ha sido reemplazado por un autócrata, es decir, por un personaje que no suele ser una mujer, ahora que está tan de moda esto de la equidad de género, y que puede encarcelar a una persona por el solo hecho de expresar disidencia, como hemos visto que ocurrió recientemente en Cuba con quienes protestaron contra las injusticias de su régimen.

Al desestabilizar un país, se pone en juego su soberanía, con lo cual las libertades de todos nosotros están en juego. En última instancia, los interesados en debilitar las soberanías de las distintas naciones son las organizaciones internacionales, no sólo la ONU, el Foro económico mundial y, en general, gente poderosa con ideas neomalthusianas. Para que nos entendamos Thomas Robert Malthus era un erudito al que muchos llaman economista, siendo que la ciencia económica no fue fundada hasta varios años después por David Ricardo, quien siguió los principios enunciados por Adam Smith. Según Malthus, la población iba a crecer geométricamente y los alimentos aritméticamente, por lo que vaticinaba un futuro de hambrunas. De más está decir que esto no ocurrió. Según los neomalthusianos, el exceso de población es el responsable del cambio climático y de la crisis ecológica. Lo cierto es que la población del mundo industrializado no aumenta, sino que se mantiene y envejece, por lo que podemos esperar un rápido descenso de la misma en el futuro.

Con esta excusa, estas organizaciones internacionales y grandes capitales quieren reducir la población y reorganizar el mundo de acuerdo con nuevos supuestos principios ajenos a la naturaleza humana, según mi opinión. Para ello, la estrategia que utilizan se llama ingeniería social, es decir reorganizar las sociedades según estos supuestos, ignorando la voluntad de sus miembros.

Todos los intentos de ingeniería social, desde “La República” de Platón, han fracasado estrepitosamente. La variante con la que creen contar consiste en el Big Data y las redes sociales, que son su fuente. Las redes sociales cosechan datos de los usuarios. Hasta ahora, esto ha sido usado principalmente para estrategias de marketing. Es por eso por lo que recibimos avisos de productos que nos interesan. En mi caso, suelo recibir publicidad de distintas herramientas audiovisuales, así como de libros y actividades que efectivamente me son útiles. Este uso puede parecer inocente, sin embargo, la cadena norteamericana Target ha usado este Big Data para predecir embarazos adolescentes gracias a su comportamiento en redes sociales. Así, ha habido muchachas que se han enterado de que estaban embarazadas después de la cadena, lo que es una violación a su privacidad. En 2017, se acusó a la empresa Cambridge Analytica de haber influido en la elección de Donald Trump mediante el uso de esta misma herramienta. Hay que decir que, en todos los países desarrollados, todos o casi todos los partidos se sirven de herramientas semejantes, por lo que esto no constituye un escándalo, excepto porque esta vez no lo hicieron los demócratas o, en general, aquellos políticos que forman parte del establishment burocrático o económico.

El Big Data, ha demostrado ser una excelente herramienta para predecir y manipular las tendencias de consumidores, sin embargo, no ha sido tan eficiente para manipular las tendencias políticas de los votantes. Esto sucede porque la internet es una espada de doble filo, ya que al generar adoctrinamiento y fake news, también han hecho surgir a elementos que se resisten y que parecen tener tanta o más fuerza que la programación que se desea imponer a la población. En otras palabras, parece ser que hay personas que aún ponen más cuidado en sus opciones políticas que en las compras online o en el supermercado. También parece ser que la verdad todavía tiene el poder de liberarnos.

Dado que esta herramienta resulta insuficiente en política, estos poderes fácticos han decidido usar junto con ella una más antigua, pero que en su momento cumplió su objetivo; aunque esto es discutible, ellos continúan creyendo en su efectividad. La autora Naomi Klein “denuncia” entre comillas esta estrategia en su libro La doctrina del shock.  El libro comienza narrando los experimentos del psiquiatra Ewen Cameron quien experimentó con sujetos humanos provocando grandes shocks físicos o emocionales con el objetivo de dejarles más sugestionables para recibir órdenes y manipularlos. Estos experimentos fueron financiados por la CIA entre los años 1957 y 1964, en el contexto de la Guerra Fría. La tesis de Klein es que esta misma estrategia ha sido usada con países completos por parte del capitalismo para imponer su sistema económico. El primer ejemplo que la autora da en su libro es el golpe de Augusto Pinochet, que, según ella, habría sido el shock necesario para que la gente aceptara la implementación de las políticas de la Escuela Económica de Chicago. Por supuesto que la autora no dice que esas ideas permitieron a Chile dejar de ser una de las naciones más pobres de Latinoamérica y sostener un ritmo de crecimiento que sólo se interrumpió por las reformas del segundo gobierno de Bachelet. Tampoco habla del aumento del PIB per cápita ni de la superación de la pobreza que experimentó nuestro país.

El llamado progresismo termina utilizando las estrategias que critica. A mediados de los 90, los autores Michael Hardt y Antonio Negri denunciaron al globalismo y acuñaron el término “imperio” para referirlo. El término dejó de usarse una vez que la izquierda dejó de denunciarlo y unió fuerzas con él en una simbiosis perfecta. En el caso de lo que Naomi Klein llamó la “estrategia del shock”, ha ocurrido exactamente lo mismo: el shock que nos han propinado fue llamado “estallido social” y consiste en la insurrección provocada el 18 de octubre. No está tan claro que las estrategias que “denuncia” entre comillas Klein sean efectivamente eficientes con poblaciones completas, sin embargo, ya Cameron demostró que eran funcionales en ciertos individuos, individuos como Sebastián Piñera.

Volvamos pues a la cita del principio: “vamos a meterle inestabilidad al país porque vamos a hacer transformaciones importantes”. Ahora estamos en condiciones de ponerla en su debido contexto. La traducción sería: “vamos a provocar un trauma aún mayor que el que provocamos el 2019 para dejar a la población en estado de shock y que acepten todo lo que nosotros les digamos que es correcto. Hemos usado las redes sociales, además de las universidades y los colegios, para implementar nuestro plan de dominación, afeminando a los hombres, promoviendo la homosexualidad como una forma de sexualidad no reproductiva y, en general, dividiendo a la población entre opresores y oprimidos para tenerlos en un estado de conflicto constante. Dado que esto no ha sido suficiente y todavía hay patriotas que se atreven a desafiarnos, usaremos la vieja estrategia del shock y los hambrearemos hasta que tengan que venir a nosotros suplicando por agua y comida”. Este es el verdadero contexto de la declaración de Depolo.

La estupidez de los niñitos del Frente Amplio se ha unido la fría planificación de las organizaciones internacionales y del foro económico mundial. Queda preguntarnos si es que han sido seducidos por la aparente bondad del proyecto globalista, como muchos incluso en la llamada derecha tradicional, o si han cedido a la tentación de ser parte de una máquina de poder absoluto que pueda controlar todo lo que hace el resto de la población. Estas alternativas no son excluyentes. La unión de la ambición por el poder y la estupidez es la que produce las mayores tiranías en un delirio mesiánico.

Para entender esto, despleguemos una vez más la imagen de la feminista interseccional. A ella se le ha convencido, mediante el adoctrinamiento, de que es una víctima de todo un sistema que privilegia a los hombres –lo que no es cierto, como lo demuestra el caso de “Carmen Mola” expuesto en el video anterior–, lo que le permite, primero, culpar a otros de todo sus fracasos y justificarse ante sí misma. En segundo lugar, le da un enemigo supuestamente inicuo al que atacar con todo el derecho del mundo, lo que ante sus propios ojos la “empodera” y, tercero, su vida toma un carácter épico de lucha contra la injusticia.

El político infantil del frente amplio sufre un proceso similar: primero cree estar a la vanguardia de un proceso de justicia y cree que la canción “Imagine”, de John Lennon, plantea un proyecto social viable. Segundo, es reclutado y financiado por estos grandes poderes internacionales, lo que lo empodera igual que a la feminista interseccional, pero elevado a la décima potencia y, finalmente, tiene un relato épico que le permite justificar su vida y atrocidades tales como: “vamos a meterle inestabilidad al país porque vamos a hacer transformaciones importantes”. Parece ser que no sólo hemos puesto la declaración en su contexto, sino que hemos entendido además su justificación más profunda, porque para ellos “guerra es paz, libertad es esclavitud, ignorancia es fuerza.” Sólo falta agregar que la pobreza es riqueza, pero sólo para ellos.

 

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